Si hay un lugar en todo Berlín en el que el viajero puede sentir el hálito de la historia, ésa es la Puerta de Brandeburgo, conocida también como Puerta de Brandemburgo o Puerta de Brandenburgo.
La Puerta de Brandeburgo es a Berlín lo que la Torre Eiffel a París, el Coliseo a Roma o la Estatua de la Libertad a Nueva York. Es decir: su símbolo más representativo. Junto al Reichstag, la catedral o la isla de los museos, es uno de los lugares de inexcusable visita en Berlín.
Si hay algo que celebrar en Berlín, raro es que la celebración no tenga lugar junto a esta puerta que era una de las antiguas puertas de la ciudad. En ella desemboca la avenida Unter den Linden. Su construcción se basó en los portales de la Acrópolis de Atenas y en su parte superior tiene a una cuadriga con un tiro de cuatro caballos de bronce conducida por la diosa de la Victoria.
Historia de la Puerta de Brandeburgo
La puerta fue construida entre los años 1788 y 1791. Construida en piedra arenisca, la mítica puerta berlinesa tiene 26 metros de altura, 11 metros de largo y 65,5 metros de ancho.
Las columnas de este monumento son de estilo dórico, estriadas, y tienen en su base un diámetro de 1,75 metros. Con 5 accesos, siendo el central el más ancho de todos, la puerta posee relieves en su parte inferior y superior en los que aparecen figuras de Marte, Heracles y Minerva.
Berlín, en la época en que fue construida la célebre puerta, se hallaba amurallada. Fue el monarca prusiano Federico Guillermo II quien mandó construir una puerta pensando en ella como una puerta dedicada a la paz. Esa puerta, que no era exactamente como la que contemplamos actualmente, fue diseñada y proyectada por Carl Gotthard Langhams y tenía un marcado aire neoclásico.
Eirene: la diosa de la Paz
Cuando fue inaugurada, en 1791, apenas dos años después del estallido de la Revolución Francesa, la famosa puerta berlinesa contaba con 12 columnas dóricas y formaba parte de la muralla de Berlín.
En aquel tiempo, la diosa que guiaba la cuadriga era Eirene, la diosa de la Paz. Eran tiempos convulsos en toda Europa y la llegada al poder de Napoleón Bonaparte no hizo sino convulsionar más aún toda la política europea.
El heredero de Federico Guillermo II, el rey prusiano Federico Guillermo III intentaba mantener una política equidistante entre el emperador francés, por un lado, y la alianza ruso-austríaca, por otro.
Napoleón y la puerta de Brandeburgo
Finalmente, una combinación de circunstancias hizo que Federico Guillermo III tuviera que enfrentarse, casi sin alianzas, al poderoso ejército napoleónico. ¿El resultado? Que el ejército prusiano fue aplastado en la batalla de Jena en 1806 y las tropas de Napoleón desfilaron bajo la columnata de la puerta. Bonaparte ordenó desmontar la cuadriga de Eirene para llevarla a París y mostrarla como símbolo de su victoria.
Pero el poder de Napoleón fue efímero. Sus sueños se estrellaron contra el invierno ruso y, debilitado y derrotado, el emperador natural dtuvo que regresar a París. En 1815, Prusia participó en la llamada Sexta Coalición para desempeñar un rol fundamental en Waterloo.
Recuperada la cuadriga, ésta fue devuelta al monumento pero Eirene fue sustituida. En su lugar, los prusianos colocaron a la diosa Victoria. Ésta, además, llevaba un águila con una cruz de hierro a modo de estandarte.
El siguiente cambio en la puerta se produjo varias décadas después. Derribadas las murallas de Berlín, junto a la puerta se construyeron los pórticos mayores. En aquellos tiempos, los tres pasos centrales de la Puerta de Brandeburgo estaban reservados en exclusiva a la familia real y a sus invitados.
Fue sólo tras la derrota alemana en la Primera Guerra Mundial, en 1918, cuando todos los pasos de la puerta quedaron abiertos al paso de toda aquella persona que deseara pasar por ellos.
Hitler y la puerta de Brandemburgo
Napoleón no fue el único que desfiló bajo los pórticos de la Puerta de Brandeburgo. Algo más de un siglo después, en 1933, Adolf Hitler, tras ser nombrado canciller por el presidente Hindenburg, también lo hizo, victorioso, acompañado por los camisas pardas y las SS.
En la memoria de todos está lo que la llegada al poder de Adolf Hitler acabó suponiendo para la Humanidad entera. Al llegar a la cancillería, Hitler vaticinó que nadie iba a reconocer el Berlín que iba a dejar tras su mandato. Sin duda, ésa fue una de las pocas promesas que cumplió.
Tras la derrota en la Segunda Guerra Mundial, Berlín era una ciudad en ruinas. Incluso la Puerta de Brandeburgo y su cuadriga de la Victoria sufrieron gravísimos daños debidos a todos los bombardeos que debieron soportar.
Del muro de Berlín a la Alemania reunificada
La puerta no fue restaurada, parcialmente, hasta 1957. Fue entonces cuando, de nuevo, la cuadriga de la Victoria volvía a cabalgar hacia Berlín. Eso sí: el águila y la cruz aún no volvían a estar presentes en la misma.
Cuatro años después, en 1961, la URSS, que controlaba la parte oriental de la ciudad, tomó una de las decisiones que mejor simbolizaron al período histórico al que se conoce con el nombre de “guerra fría”. Esa decisión fue la de construir un muro que partía en dos la ciudad de Berlín.
Ese muro fue el mundialmente conocido muro de Berlín y dejó a la Puerta de Brandeburgo aislada, en una tierra de nadie y a la prácticamente nadie tenía acceso.
La caída del muro de Berlín, acaecida en 1989, y la reunificación de Alemania permitieron la restauración completa de la puerta. Ésta se vio pronto convertida en símbolo de la reunificación alemana. Esa restauración permitió que Victoria, al mando de su cuadriga, volviera a enarbolar los símbolos de Prusia, es decir: el estandarte con la lanza y la cruz de hierro.
La Pariser Platz
El Senado de Berlín, con vistas a proteger al máximo la Puerta de Brandeburgo, decidió cerrar la misma al tráfico. Actualmente, ni tan siquiera autobuses y taxis pueden pasar bajo ella.
El turista que visita Berlín y acude a visitar este famoso monumento puede gozar en ese mismo espacio no sólo de la majestuosa vista de la famosa puerta berlinesa, sino también de la que sin duda es una de las más bellas plazas de la capital alemana: la Pariser Platz o Plaza de París.
Lujosos y bellos edificios como las embajadas de Canadá, Estados Unidos o Francia, así como la Casa Liebermann y la Casa Sommer, el edificio del Dresdner Bank o el lujoso Hotel Adlon convierten este lugar en un espacio único e inolvidable que todo viajero que acuda a Berlín debe visitar.